Sudán del Sur es uno de los países más jóvenes del mundo y también uno de los más golpeados por la pobreza, el hambre y la falta de infraestructura básica. Pero en medio de esta realidad dura y muchas veces olvidada, también hay historias de esperanza, unión y fe. Una de ellas nace en una pequeña comunidad llamada Pachong, donde el padre Stephen Mangar, sacerdote católico de la diócesis de Rumbek, lucha cada día por dar vida, dignidad y futuro a su pueblo.
Una misión en tierra de necesidad
La parroquia Nuestra Señora Ayuda de los Cristianos, confiada al padre Stephen por el obispo Christian Carlassare, no es solo una iglesia; es el corazón de una comunidad que se resiste a caer en la desesperanza. Esta misión, algo alejada del centro del pueblo, es testigo de los múltiples retos que enfrentan sus habitantes: falta de agua, infraestructura escolar deteriorada, escasez de recursos, y una larga historia de conflictos.
“Esta parroquia es un poco vieja”, cuenta el padre Stephen. “La casa de los sacerdotes está siendo atacada por termitas. Cuando llegué aquí empecé a construir una casa nueva, aunque todavía falta mucho y esperamos que el obispo pueda conseguir más recursos para continuar más adelante”.
A pesar de las dificultades, el padre Stephen no se detiene. Ha comenzado a organizar el trabajo con la comunidad, especialmente con las mujeres, para cultivar la tierra y aprovechar al máximo el poco acceso que tienen al agua.
El agua: una urgencia constante
Uno de los problemas más graves en Pachong —y en muchas otras zonas de Sudán del Sur— es la falta de agua potable. La parroquia cuenta con una bomba de mano instalada por la diócesis, pero no es suficiente.
“Tenemos esta bomba y otra más, pero a veces se termina el agua en el tanque. Estoy intentando organizar a la gente por grupos para que rieguen por turnos, porque si vinieran todos a la vez, la bomba se rompería”, explica el padre.
Las mujeres, ayudadas por los niños, se turnan entre la mañana y la tarde para regar los cultivos que ahora crecen en el terreno de la parroquia. Han comenzado a sembrar plantas como la calabaza y otros cultivos propios de allí, todo con el objetivo de alimentar a sus familias y a la comunidad.
“Es también una forma de aprendizaje”, dice el sacerdote. “Para enseñar a la gente a trabajar, si trabajas en el campo tendrás algo para comer».
Pero sin una fuente de agua confiable, todos estos esfuerzos están en peligro. Un pozo adecuado cambiaría la vida de cientos de personas, asegurando no solo el cultivo de alimentos, sino también la higiene, la salud y la dignidad de toda la comunidad.
Una escuela con sueños pero con falta de recursos
Al lado de la parroquia funciona el Colegio Comboni de Primaria. Aunque la escuela representa un lugar vital de educación y protección para los niños, las condiciones materiales son precarias: las aulas están deterioradas, algunas clases se imparten al aire libre y no hay suficientes baños para los estudiantes.
“Desde primero hasta octavo están distribuidos como se puede”, relata Stephen. “Algunas aulas están fuera, bajo sombra improvisada. En la época de lluvias tendremos que meterlos en la iglesia o suspender las clases. No hay espacio suficiente, pero los niños vienen con ganas de aprender”.
Una maestra joven, Cole Grecedole, es ejemplo de compromiso. A pesar de haber terminado recientemente sus estudios en la secundaria Sabana High School, ha regresado para ayudar a su gente.
“Tengo más de 300 alumnos”, cuenta Cole. “Enseño ciencias, inglés y religión. Me gusta enseñar y quiero ayudarles a crecer, seguiré aquí con ellos”.
Su plan era estudiar contabilidad, pero mientras tanto da su tiempo y su esfuerzo a los más pequeños, demostrando que la verdadera riqueza está en el servicio a los demás.
La fuerza de las mujeres: el cambio silencioso
Una de las iniciativas más impactantes de la parroquia ha sido la organización de un grupo de mujeres agricultoras. Estas mujeres son un pilar de la comunidad, y ahora también lideran el cultivo de una pequeña huerta que sirve para sostener a sus familias y es un ejemplo de trabajo en común.
“Tuvimos una reunión y les propuse que ya que siempre vienen a la iglesia y limpian fuera, por qué no hacer una huerta. Así se ayudan a ellas mismas y a la parroquia”, dice el padre Stephen.
Las mujeres aceptaron sin dudar. Cada día trabajan la tierra, siembran, cosechan y enseñan a sus hijos el valor del esfuerzo colectivo. Todo esto en medio de una región que ha sufrido años de conflicto, desplazamientos y trauma.
Pero la falta de agua amenaza con echar abajo este pequeño milagro de autosuficiencia. Necesitan una infraestructura sostenible, como pozos y depósitos de agua que les aseguren acceso al agua durante todo el año.
Un llamado para unirte
El padre Stephen es un sacerdote joven, lleno de energía y esperanza, pero nos comenta que no tiene muchas conexiones fuera de su diócesis. Necesita ayuda. La comunidad necesita ayuda.
“Cuando el obispo me pidió venir aquí, lo acepté de buena gana”, recuerda. “Estoy intentando traer a la gente a la iglesia y que el Evangelio llegue a ellos. Ahora tenemos paz. Pero necesitamos ayuda para lograr condiciones dignas para la gente».
Este es un llamado a invertir en agua, en educación, en salud, en vida.
Tú puedes ayudar de verdad.
Con una donación única o mensual puedes contribuir a la construcción de pozos de agua en Pachong y otras comunidades rurales.
Difundiendo este mensaje. Cuéntalo en tus redes, en tu grupo de amigos, en tu parroquia.
Mira el vídeo completo de la entrevista al Padre Stephen donde nos muestra el colegio y los huertos.
Cada donación, por pequeña que sea, puede significar un nuevo pozo que abastezca a toda la parroquia y que asegure su salud, sus cultivos y que los niños puedan seguir estudiando. ¡¡GRACIAS!!